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Madres: Para ser buenas, a veces hay que ser malas...

Redacción



A todos los padres nos pasa que llegas cansado del trabajo, a lavar trastes a hacer cena, a sacar la basura, alistar la ropa de mañana, bañar a los niños, y bueno… aun no empiezas y ya anhelas acostarte en tu cama y descansar. Y se llega la hora de que el niño no quiere cenar, no quiere bañarse, no quiere esto, no quiere aquello, y se empieza a pelear con el primero que se le pone enfrente. Vaya se porta mal, y tu estas agotada (o), con un nivel de cero tolerancia y entonces le haces una correctiva (una nalgada, un pellizco, una advertencia en voz alta) y tal vez es una correctiva dura y una solucion rapida, porque cuando estamos cansados muchas veces no tenemos la energía suficiente como para que nuestro cerebro razone el daño que podemos provocar en la seguridad del hijo. Claro que después de esto viene el sentimiento de culpa por ser una mala madre o un mal padre.

Los padres se inclinan a esperar demasiado poco del niño, y demasiado de sí mismos. A menudo están intentando ser dulces y pacientes, cuando su exigida paciencia está, en realidad, exhausta.

Tal como un adulto la niña sabe cuando está pasándose de la raya, cuando es demasiado mala o grosera, aunque sus padres traten de cerrar los ojos frente a ello. Por dentro se siente culpable. Desearía que se la frenara. Pero si no se la corrige, estará predispuesta a comportarse cada vez peor. Es como si estuviera diciendo : "¿Cuán mal debo comportarme para que alguien me detenga?

En cierto momento, su conducta se vuelve tan provocativa, que la paciencia de los padres estalla. La regañan o la castigan. Se restablece la paz. Sin embargo, el problema con los padres que se sienten culpables, es que se averguenzan demasiado de perder el control. Entonces, en lugar de dejar las cosas como están, intentan volver atrás en el correctivo aplicado, y permiten que la niña los castigue, a su vez. Tal vez permitan que la niña sea grosera con ellos, precisamente en medio del castigo. O retiran la penitencia antes que haya sido cumplida a medias. O bien fingen no advertir que la niña comienza a portarse mal otra vez.


SE PUEDE SER FIRME Y AMISTOSO AL MISMO TIEMPO

Una niña necesita sentir que su padre y su madre, aunque sean agradables, tienen sus propios derechos, saben cómo ser firmes, no le permitirán ser irrazonable o grosera. De este modo, ella se siente mejor. Esto la adiestra, desde el comienzo, para llevarse considerablemente bien con otras personas. Los niños malcriados no son criaturas felices, ni siquiera en sus propios hogares. Y cuando salen al mundo, aunque tengan 2, 4 ó 6 años, están condicionados para recibir un duro golpe. Descubren que nadie está dispuesto a reverenciarlos; en rigor, desagradan a todos por su egoísmo. Deben pasar por la vida resultando impopulares, o bien, deben aprender a ser agradables, de la forma más difícil.

Si los padres tienen saludable respeto por sí mismos, pueden mantenerse firmes mientras aún se sienten inclinados a ser amistosos.

Por ejemplo, si su hija continúa insistiendo en que usted siga jugando, aunque está agotado, no tema decir, en forma alegre pero decidida : "Estoy muy cansado. Ahora voy a leer un libro, y tu también puedes leer tu libro.."

 

Si se pone demasiado terca en lo referente a dejar de jugar con el trencito que trajo otro niño, y que ahora debe llevarse a su casa, aunque usted haya tratado e distraerla con otra cosa, no crea que debe seguir siendo siempre dulce y razonable. Sáquela, a pesar de que grite durante un minuto.

Fuente:

http://www.inteligencia-emocional.org/aplicaciones_practicas/sentimiento_de_culpa_y_disciplina.htm